
25 May Medición y evaluación en confinamiento
Sabemos desde hace décadas que las conclusiones basadas en pruebas de medición estandarizadas, como puede ser la medida del CI, no aportan un conocimiento adecuado sobre el nivel de una persona. En los centros educativos no solamente debemos medir el conocimiento académico de nuestros alumnos; no les estamos preparando únicamente para que desempeñen una labor académica o laboral en determinadas materias, sino que les estamos acompañando en su formación a lo largo de años, en muchos aspectos de su vida. Desde nuestro rol de docentes, estamos participando de su desarrollo, siendo referentes y modelos, no solamente a nivel de conocimientos, sino de habilidades, actitudes, conductas, etc…
Medición y evaluación en ocasiones se confunden. Al medir, obtenemos un dato objetivo, una medida cuantitativa, un valor concreto que nos ayuda a comparar el desempeño de un alumno con el resto de compañeros o con un estándar definido; mientras que cuando evaluamos, estamos abarcando mucho más, estamos midiendo cualitativamente; estamos recopilando información por diferentes vías sobre el aprendizaje de nuestros alumnos. Si únicamente medimos, podemos estar perdiendo mucha información del contexto, mientras que en la evaluación, el uso de otros métodos, como son la observación de las actitudes o la demostración de habilidades y destrezas a través de trabajos, exposiciones y proyectos nos dan una idea más clara del aprendizaje real, además de orientarnos para poder flexibilizar la enseñanza para adaptarnos a las necesidades y a las diferencias individuales de los alumnos.
Cuando les medimos y evaluamos a ellos, indirectamente estamos midiendo y evaluando nuestro propio desempeño, estamos obteniendo unos resultados de nuestra propia labor docente.
A pocas semanas de la finalización del curso, se nos plantea este nuevo reto: ¿Cómo evaluamos a distancia?
- ¿La información y formación que han recibido los chicos y chicas en casa, a través de las plataformas educativas, correos, videoconferencias o llamadas de los profesores ha sido suficiente para poder evaluar como si estuviéramos en el aula? ¿La relación con nuestros alumnos ha sido igual de significativa?
- ¿Cómo medimos el esfuerzo realizado? ¿Hemos preguntado al alumnado cómo están viviendo esta situación? ¿Sabemos qué es lo que opinan?
- ¿Es justo evaluar en condiciones de no unanimidad incluso dentro de un mismo centro educativo? ¿Cuál es la mejor de las soluciones?
No olvidemos que las evaluaciones deben cumplir con los criterios de confiabilidad , validez y ausencia de sesgo. En medio de esta vorágine, en muchas ocasiones, hemos modificado y adaptado los materiales curriculares para hacérselos llegar al alumnado con el objetivo de facilitar su aprendizaje: fichas, trabajos, enlaces de internet…; sin embargo, ¿están validadas?, algunas de las consecuencias pueden ser un exceso de dificultad en la comprensión sin ayuda o una mayor carga de trabajo.
Sin duda muchas preguntas para debatir y sobre las que reflexionar estas próximas semanas en los claustros de profesores que deben evaluar de la mejor manera posible en estas circunstancias tan inusuales con un grado de incertidumbre y de subjetividad mucho más elevados de lo habitual.
En cualquier caso, si uno de nuestros objetivos es fomentar el aprendizaje, esta situación nos ha brindado una oportunidad sin igual, porque son muchos los aprendizajes tanto para el alumnado como para nosotros mismos que podemos sacar de este curso escolar.
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